Si pudieras regresar el tiempo y tener la oportunidad de decirle a esa persona que se fué lo mucho que lo o la amabas, que más le dirías. Yo a dos meses de la partida de mi hija daría lo que fuera por estar con ella un momento, tomarnos de las manos, abrazarla y sentirla, oler su esencia, sentir el latido de su corazón, escuchar su risa y perderme en su mirada como el día en que nació. Le agradecería por cada momento que vivimos juntas en estos 29 maravillosos años que Dios me la prestó, le agradecería por haberme enseñado a ser mamá y lo más maravilloso, ser mamá de un ser extraordinario como lo fue Kari. Recuerdo en su funeral que estaba lleno de personas que muchas yo no conocía, pero ellas si me conocían a mi, como la mamá de Kari, y todas ellas llegaban a platicarme cosas maravillosas de ella, enseñanzas que dejó en muchos corazones, momentos que cambiaron la vida de muchas personas. Saber que mucha gente estaba agradecida con ella por lo que en su momento hizo por ellos, gente que la admira por su temple y su carácter, por vivir la vida intensamente y luchar hasta el final por sus ideales.
Es muy difícil hacerse a la idea de ya no volver a verla, de ya no poder hacer ese viaje juntas que queríamos hacer, de verla casarse y tener hijos, o de yo irme tranquila de que mi hijo se quedaba con una hermana que iba a ver por el y el por ella. Son difíciles los festejos con su silla vacía, las fechas importantes, sus menajes en el chat familiar, sus bromas, su luz… Esa luz que era capaz de iluminar cualquier obscuridad por fuerte que fuera. Su sentido ácido de ver la vida con un realismo que me hace sentir que estaba muy adelantada a su época. Amante de los animales y gran luchadora por la justicia. Eso era Kari, un ser humano muy humano que rompía paradigmas y no le tenía miedo al que dirán, una mujer con convicciones, que no soportaba ver en lo que la humanidad se había convertido. No por que sea mi hija, la percibo como un espíritu maestro que como todos lo maestros cumplió su misión y se fue joven y muy hermosa.
Me quedo con ese sabor de boca dulce amargo de haber sido la mamá de alguien muy especial, de alguien que cambió la vida de mucha gente con su partida, de un ángel que desde el cielo está acompañándome en cada momento esperando pacientemente cuando me toque ir a su lado y poder charlas horas como solíamos hacerlo. Te amo hija, eternamente te amo. Te dedico mis esfuerzos por seguir adelante, mis días nublados, mis lagrimas que guardo en lo más profundo de mi corazón. Sigue tu camino mi hummingbird alegra el cielo como lo hiciste aquí en la tierra.
Anna Azuara